30, mayo 2023
La peor sequía en mil años
Informes de la ONU señalan que en 2025 dos tercios del mundo vivirán en estrés hídrico. Sin ir más lejos, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial, en Chile seguimos atravesando la sequía más larga de la región en al menos mil años. Sí, MIL AÑOS.
Este año contaremos con algo de lluvia, pero es importante recordar que estamos frente a un problema mayor, de largo plazo y que no se resolverá con algunas (muy bienvenidas) precipitaciones. Abordar este problema es una solución que involucra múltiples aristas y todas tendrán un impacto en poder contar con agua en el futuro.
Dentro de todas las soluciones en las que debemos trabajar, es posible destacar una mayor inversión en infraestructura y eficiencia en el uso y conservación del agua con políticas tanto para las empresas, como para los hogares.
Sin embargo, hoy contamos con otro elemento que puede aportar a la solución y que lo puede cambiar todo. Si bien no es algo nuevo, actualmente existen condiciones con las cuales no contábamos hace 10 años. Este es el caso de la desalación de agua de mar.
La desalación puede garantizar el agua del futuro
La primera planta de desalación industrial del mundo se creó en Chile. Corría el año 1872 cuando Carlos Wilson armó una planta de desalación por destilación solar capaz de procesar poco más de 20 metros cúbicos de agua al día. Desde entonces, mucho ha cambiado y hoy existen plantas que para procesar la misma cantidad de agua demoran cerca de 3 segundos. Es decir, una capacidad treinta mil veces mayor.
Hasta hace tan solo algunos años, la desalación de agua de mar tenía pocos usos debido a su alto costo. En particular, era común ver sólo casos de mineras que podían darse ese lujo. Sin embargo, hoy es posible llegar a costos por metro cúbico más bajos que nunca gracias a tres factores principales: el desarrollo explosivo y transformador de las energías limpias y renovables ha abaratado los costos del proceso, la mejora continua en la tecnología para desalar agua que permite tener un proceso más eficiente y hemos logrado desarrollar proyectos de gran envergadura que se benefician de economías de escala.
Además, y de igual importancia, hemos mejorado las técnicas para hacer este proceso de manera sustentable sin dañar el ecosistema.
Los desafíos para seguir produciendo
Hablar de soluciones sustentables a gran escala es particularmente relevante para la agricultura que requiere grandes volúmenes de agua para su desarrollo. Y es aún más relevante cuando consideramos que la agricultura viene y continuará enfrentando tremendos desafíos como industria.
Por una parte, el cambio climático ha desplazado las zonas ideales para desarrollar agricultura. Hoy no es suficiente hablar de tierra con derechos o acceso a agua (lo cual es una discusión en sí misma), sino que es relevante hablar de certeza hídrica, es decir, tener la seguridad de contar con agua por un largo período de tiempo. Tener acceso a ríos o derechos de agua en papel no garantiza realmente contar con agua. Aún más, hemos sido testigos de cómo muchas zonas han disminuido su producción por la falta de agua para irrigar sus cultivos.
Por otra parte, en pocas décadas pasaremos de ser cerca de 8 a casi 10 billones de personas. Entonces, en un mundo que se está secando y tiene cada vez menos superficie agrícola productiva, ¿Cómo haremos para continuar alimentándonos y también alimentar a las nuevas 2.000 millones de personas que se nos sumarán? Aumentar la productividad por hectárea sin duda no será suficiente.
Finalmente, por si estos desafíos no fueran ya relevantes, como sociedad hemos acordado que la sustentabilidad de verdad implica operar en respeto y alianza no solo con las comunidades, sino también con el ecosistema. Con este diagnóstico, es altamente probable que la agricultura de los próximos 20 años se vea y sienta de manera muy distinta a la de los últimos 20 años.
Certeza hídrica y la agricultura del futuro
Benjamin Franklin, allá por 1746, escribió: “cuando el pozo está seco, sabemos cuánto vale el agua”. La frase es antigua, pero sigue más vigente que nunca. Con algo de lluvia postergamos rápidamente la necesidad de hablar algo que a todas luces sigue siendo urgente: en un mundo que se seguirá sufriendo por la escasez de agua, ¿cómo vamos a irrigar los cultivos para tener alimentos?
Acá es donde la desalación de agua de mar puede tener un rol transformador, quizás a un nivel y escala único en nuestra generación. Por primera vez estamos hablando de una fuente que provee certeza hídrica y que no depende del clima y sus lluvias, sino que de la tecnología. La desalación ha logrado llegar a costos que permiten el desarrollo de muchos cultivos de manera rentable y sustentable. Con esto estamos hablando no solo de quitarle estrés a muchos ríos y cuencas del país para que recuperen sus niveles, sino también de agregar nueva agua a la matriz. No es reducir la huella hídrica, es hacer agricultura con una huella hídrica positiva.
Para desalar agua, Chile cuenta con condiciones inmejorables y nos permite considerar como productivos lugares que, por falta de agua, nunca han tenido actividad agrícola, pero cuentan con grandes condiciones para su desarrollo en términos de suelo y clima. El verdadero crecimiento de la agricultura de Chile de las próximas décadas será hacia el norte, no hacia el sur.
En este escenario, la discusión rápidamente se centrará en el costo de pagar por cada metro cúbico de agua, algo que históricamente no ha sido el caso para los agricultores. Pagar por agua, o más bien por certeza hídrica, es algo que requiere cambiar el mindset de la industria. Sin embargo, hay pocas dudas de un futuro que no lo considere.
Pagar por agua puede traer grandes beneficios a la industria en su conjunto. El desarrollo e incorporación de nuevas tecnologías que antes tenían menos sentido o urgencia, pero que al pagar por agua se vuelven más relevantes. Por ejemplo, el desarrollo de genética para especies más resilientes y con menor consumo de agua, o la instalación de sistemas de riego subterráneos que hagan más eficiente el uso de agua, o también nuevas técnicas y planes de riego, entre otros.
Cuando teníamos agua de sobra, nada de lo anterior era urgente ni necesario, pero la crisis de agua que estamos viviendo está lejos de acabar. Tenemos que abrazar nuevas tecnologías e innovar. Aprender a operar y producir de otra manera. Hoy más que nunca, cuando los pozos están secos, tendremos que saber cuánto vale el agua.
Tomás Pérez Alfonso
Chief Development Officer
Green Atacama